Se calcula que hasta un 1% de la población padece melasma. Es más frecuente en mujeres, especialmente en aquellas de piel morena.
Se presenta como manchas oscuras (hiperpigmetadas) de localización facial más especialmente en las mejillas o la frente.
El melasma es un cuadro complejo en el que influyen diferentes factores: la exposición solar, factores hormonales y vasculares.
Se sabe que la radiación ultravioleta influye de forma definitiva tanto en la aparición, como en la perpetuación y empeoramiento del melasma. Además de esta radiación proveniente del sol, la luz visible también condiciona un aumento en la pigmentación de la piel.
Se trata de una condición crónica, que el dermatólogo podrá controlar y mejorar, pero no curar. Por esto requerirá de unos cuidados mantenidos en el tiempo.
Las personas con fototipos elevados (piel morena) tienen mayor tendencia a padecer melasma. Además, en estos casos encontramos ciertas particularidades que son importante de conocer de cara a plantear el tratamiento. ¿Qué consideraciones han de tenerse? Te cuento a continuación….
Protección solar
Es natural que si tienes piel morena, al tener baja tendencia a quemarte con el sol, utilices menos fotoprotección. Sin embargo está claramente demostrado que el uso de fotoprotectores reduce la probabilidad de la piel a pigmentarse y por ello es fundamental en el melasma, todos los días.
Esta protección solar ha de hacerse siempre con medios físicos (sombrero) como cosméticos mediante fotoprotectores. Es importante que el producto de fotoprotección sea efectivo tanto contra la radiación UV, así como luz visible. Son útiles para esto los productos con óxido de zinc o aquellos con color (que generalmente tienen óxido de hierro).
Existen productos de protección solar que incluyen antioxidantes en su formulación. Estos contribuyen también a minimizar el daño del sol sobre la piel y por tanto su capacidad de pigmentación.
Recordemos siempre reaplicar esta fotoprotección cada dos horas, especialmente en días de calor (por mayor sudor) o tras baños.
La combinación con una adecuada hidratante que mantenga la barrera cutánea intacta también es intersante.
Despigmentantes
El producto despigmentante más usado es la hidroquinona, presente en casi todas las fórmulas que se prescriben para este tratamiento. Es habitual combinarlo con ácido retinoico así como con un corticoide tópico que ayuda a controlar la posible irritación. A esta combinación de activos le llamamos triada de Klingman y siempre ha de prescribirse por un médico.
Son tratamientos que inicialmente pueden irritar por lo que siempre los usamos de forma progresiva, aumentando la cantidad y frecuencia de aplicación poco a poco. El abuso de productos con hidroquinona a largo plazo pueden ocasionar una pigmentación llamada ocronosis. Este tipo de pigmentación no es reversible, de ahí la importancia de realizarse bajo control dermatológico.
Desde hace algunos años también disponemos de un tratamiento oral que ayuda a aclarar la piegmentación del melasma. En personas sanas, sin factores de riesgo para trombosis, se ha demostrado que es un tratamiento seguro.
Cosmética
Existen diferentes componentes con un efecto despigmentante mucho menor que el mecionado en el apartado anterior, pero que son sin duda unos grandes aliados para acompañar al tratamiento principal.
El ácido kójico, el ácido azelaico, la niacinamida o la vitamina C pueden ayudar como complemento en muchos de los tratamientos pautados para melasma.
Láseres y otras técnicas
Los láseres o la luz pulsada pueden usarse en casos muy seleccionados de melasma. Nunca han de ser la primera opción. Sin embargo ante una piel morena, objeto de este artículo, de hacerse el tratamiento, este debe llevarse a cabo por una personas profesional y formada específicamente en el tema. El riesgo de que tras el daño de la piel y la inflamación consiguiente originada por el láser origine nuevas manchas es una realidad, que siempre ha de considerarse en este caso.